Dulce Compañía~ (Libre)

Una gran sonrisa se asomó por su rostro una vez salía del edificio lleno de aulas, lo hizo de una forma tan rápida que los alumnos con los que estaba hablando durante las clases en sus ratos libres ni siquiera pudieron preguntar a donde se dirigía. Con paso decidido y un gran humor caminó hacia las zonas más tranquilas que conocía; los jardines que siempre le resultaban tan atrayentes por la comodidad del pasto y el particular silencio que formaba parte del ambiente.

En este sitio existía una gran variedad de flora, pero su lugar especial siempre había sido bajo el cobijo de un gran roble, plantado hacía muchísimas décadas y que se encontraba casi escondido. Se sentó bajo su imponente presencia y rebuscó entre los libros de su mochila para dar con un cuaderno. Éste era famoso porque ahí albergaba cuentos, ideas para novelas, anécdotas o pensamientos que se le ocurrían, muchos sabían de su existencia y que era muy especial para él, pero ni sus familiares o mejores amigos sabían del contenido, era estrictamente prohibido que alguien husmeara ahí.

Antes de abrir su cuaderno pudo tomar su segunda tableta de chocolate en el día y darle una gran mordida, los dulces siempre provocaban que se relajara de sobremanera y de alguna extraña forma que también aclarara sus ideas, una de las razonas por las que siempre se le veía consumiendo azúcar y que increíblemente se encontrara sano en todos los sentidos, especialmente dentales.

Fueron múltiples horas las que pasó sentado mientras escribía lo que curiosamente fueron tres hojas con pequeños apuntes, menospreciables para otros pero bastantes atrayentes para él. Mientras había pasado todo ese tiempo tomaba de vez en cuando pequeños pedazos de su chocolate y descansó la vista, notando como muchos alumnos estaban fuera y como todavía faltaba un poco de rato para que oscureciera. Adoraba esos momentos para él mismo, donde podía escuchar música sin problema alguno y podía desentenderse de todos los demás. Sonriente, cerró los ojos mientras se recostaba contra el roble y se relajó, llegando recuerdos a él de su infancia, los tantos campos llenos de tulipanes que tanto le gustaba visitar y otras atracciones como lo vendría siendo sus paseos por Brujas. Su espacio se volvió su mismo paraíso.