Visita Indebida

Caminó y caminó hasta que llegó a esa puerta, no estaba seguro si lo que estaba haciendo estaba bien o mal, pero algo dentro suyo pedía a gritos que lo hiciera. Respiró profundo y golpeó suavemente la puerta; tres toques simples, seguidos de dos más cortos.
El canadiense estaba recién bañado por lo que su cabello aún estaba mojado y además tenía impregnado en él un suave aroma dulce, algo indescifrable, pero atrapante.
Mordió su labio y miró al suelo esperando que el otro responda, si no era así, terminaría por irse, solo por cobardía.

-...señor Kirkland...-

Susurró para sí, tomándose ambas manos con fuerza sin despegar la vista de sus pies.

Se encontraba tranquilamente recostado en su cama leyendo un libro. Agradecía el hecho de pertenecer al centro de alumnos y tener una habitación individual, así nadie le molestaría y podía conversar en paz con sus amigos sin que nadie se diera cuenta.

Su paz se vio interrumpida en el momento que sintió unos leves golpes hacer presencia en su puerta.- Qué raro, ¿Quién sera? -se paro perezosamente y ordeno sus ropas para luego ir a abrir la puerta, se sorprendió al ver a Matthew al otro lado de está, llevaba el cabello mojado, de seguro venía saliendo de una ducha y se notaba algo nervioso.

-Buenas Tardes ¿Qué se le ofrece? -saludo cordialmente y le dio la pasada al otro.-

"Qué se le ofrece?" ... "Qué se le ofrece?" Por qué no se había preparado para una pregunta como esa? Se puso más nervioso al verlo delante suyo, lo miró a los ojos, pero luego miró el suelo tímidamente.

-yo... yo... siento si... lo interrumpí en algo...-

Su voz era tan suave que se escuchaba lo justo y necesario, era perfecta, aún más para la calma que se escuchaba por esos lugares.
Se acomodó un cabello que se venía a sus ojos, molestando su visión, que para colmo no era muy buena. Volvió a mirar al otro a los ojos, recordando cual era la excusa principal que había inventado para ir hasta ese dormitorio.
Extendió sus manos y mostró lo que tenía agarrado con cuidado. Era una piedra extraña, perfectamente redonda, con un perfecto círculo en el centro. No era una cosa muy extraña, pero él la había encontrado así en el bosque perdida, y sabía que había una leyenda sobre eso.

Miro confundido al otro chico, preguntándose a que se debía su nerviosismo. Desde que lo conoció recuerda que siempre había sido así, callado y tímido. Realmente no podía creer que fuese hermano del Profesor Jones, eran poseedores de personalidades completamente opuestas.

Se corrió de la puerta para darle paso al otro chico.- No te preocupes, no era nada importante. Pasa y ponte cómodo -le sonrió amablemente casi de manera dulce al rubio con el fin de que se relajara un poco.- ¿ Deseas beber algo?

-¿Qué es eso? -miró con curiosidad el objeto que el otro le tendía. Pudo observar entre las níveas manos del otro una piedra perfectamente redonda con un extraño circulo grabado en ella.- Que raro.

Pasa y le sonríe dulcemente, era muy amable en dejarlo entrar a su dormitorio. Se sonrojó un poco al ver la sonrisa que el menor le regalaba.

-claro... lo que desee tomar usted, yo lo acompaño... -Susurró sonriéndole- q-qué es? b-bueno... es una piedra, que encontré... e-en el bosque...

Miró la piedra y luego se la extendió nuevamente al inglés, con una linda sonrisa en sus labios y una mirada llena de dulzura.

-n-no se si usted sabe, pero... hay una leyenda que dice que las hadas hacen esas piedras y las dejan por varios lugares, para que el que las encuentre... al mirar por el pequeño agujero del centro, pueda verlas a ellas... me... preció un lindo gesto traerla... ya que yo no la necesito...-

Su voz sonaba muy suave y tranquila, aunque por dentro moría de nervios y no sabía que decir. No entendía a que se debía, pero cuando pensó en el rubio al encontrar esa piedra, sus mejillas se sonrojaron instantáneamente y aún no podía quitarse esa extraña sensación.