Meine familie [Privado - Axel Zwingli]

Sigilosamente se había colado por las escaleras que guiarían sus pasos hasta la azotea de Perséfone, rezando porque nadie se percatase de su repentina desaparición y aún más, que en su destino encontrase lo que iba a buscar: tranquilidad. Y es que ese día no podía haber sido más bullicioso. Le parecía que el salón de clases incluso vibró por tanta conversación gritada y sin sentido, el comedor no había sido para menos ¡Incluso el almuerzo acabó en una guerra de comida! Y del usual ensayo en el salón de música ni hablar, aquella tarde se la dedicaron (Junto con quienes ya formaban parte del cuerpo regular para las presentaciones) a oír las habilidades musicales de las nuevas adiciones a las filas de Perséfone y a pesar de haber encontrado mucho talento y potencial, ya le dolía la cabeza por las excesivas desafinaciones que provocaban los nervios en los aspirantes.

Necesitaba un respiro y lograr escuchar sus propios pensamientos o se volvería loca, una de dos.

Al pasar los últimos escalones y abrir la puerta, sonrió sumamente complacida al ver el lugar desierto con una gran vista de los terrenos de la institución, engalanados por el cielo despejado de mediatarde que en poco tiempo empezaría a teñirse de rosas y anaranjados. Cerrando la puerta tras de sí, avanzó unos cuantos pasos hasta tomar asiento en una banca de madera cercana; la brisa fresca hacía bailar su corta melena mientras sacaba de su mochila una bolsita con bombones que había preparado el fin de semana, probando el chocolate y dejándolo fundirse en su boca para disfrutar aún más ese silencio.

Cerró los ojos un momento y tomó un gran respiro, alisando los pliegues de la falda del uniforme. Definitivamente eso era lo que su mente necesitaba.

Como cada tarde a esa hora, Axel subía las escaleras del edificio Perséfone que conducían a la azotea. Hacía tiempo que había decidido escoger ese lugar para escribir en su diario, el cual había comenzado a escribir desde el primer día de instituto como si fuera una especie de hobby.
Subía por las escaleras tranquilamente, sin prisa alguna y con cuidado de que el dulce que llevaba en la mochila para merendar no se estropease ni sufriera ningún desperfecto. El camino hacia su “lugar especial” estaba tranquilo como siempre pues a esa hora la mayoría de los estudiantes estaban en sus habitaciones, razón por la que iba siempre a esa hora.

Al llegar a la azotea se encontró con una sorpresa inesperada, en una de las bancas de madera se encontraba alguien sentado. Agudizó la vista y pudo diferenciar a una chica rubia que parecía de su edad, y que extrañamente le resultaba muy familiar.
Se acercó despacio, la rubia parecía amigable, y él siempre estaba dispuesto y encantado a hacer nuevos amigos. Si le incomodaba simplemente se iría y buscaría algún otro lugar para escribir. Conforme se acercaba se dio cuenta de quién era, esa chica era su hermana a la que hacía tanto tiempo que no veía, cambió el ritmo de sus pasos y se acercó más deprisa.

-Buenas tardes, Lily –saludó cortésmente, con una pequeña sonrisa en su rostro- Cuanto tiempo sin vernos -añadió, la emoción de volver a verla se notaba en su voz.

Se sentía flotar en una nube de paz. La brisa era fresca pero no tan fría para hacerle temblar y acababa de disfrutar el dulce sabor de su bombón, no quería levantar sus párpados de lo cómoda que estaba, a ese paso de seguro se quedaría dormida en la azotea; tal vez debería desperezarse para evitarlo, pensó, pero un saludo la sacó de su letargo.

Esa voz se le hizo demasiado familiar, tal vez estaba quedándose dormida de tan relajada que estaba, mas el saludo había sido demasiado claro para ser producto de su imaginación; giró la cabeza mientras abría sus ojos para saludar a quien ahora estaba junto a ella y se quedó muda por unos segundos antes de lograr salir del shock y esbozar una respuesta decente.

—... Axel... buenas tardes — Tal vez estaba delirando por los chocolates o el exceso de aire fresco luego de haberse sofocado medio día causaba estragos en su visión, pero esos orbes verdes tan iguales a los de ella como si de un espejo se tratasen eran imposibles de confundir. El queridísimo príncipe, como gustaba de llamarle cuando era más pequeña, a veces pensaba que cuando nacieron una sola alma se había repartido entre los dos y por eso el estar alejada de él aunque fuese por poco tiempo siempre era tan doloroso; y ahora que volvía a tenerle tan cerca sentía esa reconfortante calidez en el pecho.

Quería abrazarlo con todas sus fuerzas, pero algo se lo impedía, tal vez sería porque al momento de arrojarse a sus brazos podría quebrar el temple que poco a poco había forjado en la escuela el año anterior... ese en que estuvo sola, y lloraría, pero no quería derramar lágrimas frente a su hermano y preocuparlo; sólo tuvo el valor de ponerse de pie, tomar la mano del joven con delicadeza entre las suyas y regalarle una sonrisa llena de dulzura — Ha pasado mucho ¿verdad?... ¿Cómo has estado?—

Parecía que su inesperada visita había sorprendido a su hermana, eso le hizo soltar una pequeña risita casi imperceptible. De veras no podía creer que al fin estuviera otra vez junto a ella, la había extrañado mucho pues de pequeños casi siempre habían estado juntos pasando el tiempo o jugando a diferentes cosas infantiles. Haberse separado de ella le había afectado mucho aunque logró mantenerse fuerte porque una parte de él sabía que era una tontería dar por hecho que no la volvería a ver, ya que era imposible porque algún día iban a coincidir seguramente.

Quería abalanzarse sobre ella y darle un abrazo muy fuerte, pero ella se le adelantó poniéndose en pie para tomarle una de sus manos. Aquel gesto le transmitió una sensación de calidez que hacía tiempo que no sentía.

-He estado bien, aunque por ahora no tengo muchas amistades –respondió- Pero me alegro muchísimo de que nos hayamos podido volver a encontrar –añadió con la emoción en la voz, no se podía contener- ¿Y cómo te ha ido a ti todo?

Un reconfortante calor se extendió desde la punta de sus dedos hasta el más alejado rincón de su piel al delicado toque de sus manos con la del otro rubio. La misma sensación que ya prácticamente había olvidado volvía a ella como si no hubiese pasado un solo día separada de Axel, esa calidez que sólo la familia era capaz de brindar; sí que había sido tonta al llorar esos días en que se dejaba consumir por la soledad, queriendo lanzar la matrícula por la ventana y regresar a casa donde esos ojos verdes tranquilizarían su frágil corazón, pensando que tal vez hasta cuando podría volverle a ver. Pero allí estaba él, frente a ella con su tierna sonrisa y su mano aún cálida entre las de ella

— Pues este año ha ido bastante bien, he conocido ya a varios compañeros nuevos y han sido muy gentiles conmigo. También me uní al club de jardinería y ya iniciamos los preparativos para la temporada musical de Perséfone de este año — Con sumo cuidado soltó la mano del joven y volvió a tomar asiento en la banca, alisando los pliegues de su falda mientras hacía una seña con la cabeza para que él tomase lugar a su lado — Este año volveré a cantar, pero aún debo practicar mucho el repertorio con Roderich para dar un buen espectáculo a nuestros compañeros...—

Su voz se oía ligera y musical mientras le daba a conocer sus novedades al otro rubio, ahora que había mencionado la temporada artística (y recordar que aún debía ensayar con su flauta traversa a falta de otro músico que utilizara ese instrumento, aunque para ella sería un enorme alivio el poder avocarse sólo a su repertorio vocal) se percató que no sabía a qué dormitorio había ingresado Axel. Conociéndole como lo hacía, las únicas opciones eran Atenea y su propio edificio Perséfone; su rostro se iluminó con su último pensamiento, aún no habían escuchado a todos los nuevos adeptos del dormitorio, tal vez su hermano se encontraba entre ellos.

Sería mejor despejar esa duda de inmediato. Aún sonriente, pero con la curiosidad brillante en sus ojos, volvió a hablarle al joven sin quitar su mirada de los ojos de él — Esto... hermano... ¿A qué dormitorio ingresaste? —

Spoiler: